La rápida proliferación de la tecnología de la información y las comunicaciones (TIC) es una fuerza que nos afecta en todos los ámbitos de nuestra vida cotidiana. La comunicación ha sido siempre un proceso social fundamental y una necesidad humana, y se ha constituido como el eje central de lo que se ha venido llamando desde hace algunos años la Sociedad de la Información.
No existe un concepto universalmente aceptado de Sociedad de la Información. Uno de las más admitidos lo define como “un escenario de desarrollo social caracterizado por la capacidad de sus miembros para obtener y compartir cualquier información, instantáneamente, desde cualquier lugar y en la forma que se prefiera”.
Muchos de nosotros, nativos digitales, hemos crecido en pleno boom de las nuevas tecnologías. Nos hemos educado desde nuestra infancia con ellas, dando por hecho todas las ventajas que nos aporta este escenario en el que vivimos, y olvidando lo privilegiados que somos, no solo con respecto a nuestros padres y abuelos, sino también con respecto a millones de personas que no tienen la oportunidad de participar de los beneficios que ofrece esta nueva realidad.
Todos tenemos deberes respecto a la comunidad en la que vivimos, ya que sólo en ella podemos desarrollar libre y plenamente nuestra personalidad, y es por ello por lo que mientras que todos los habitantes del mundo no gocen de una igualdad de oportunidades para acceder a la información y un espíritu crítico para analizarla y seleccionarla, seguiremos estancados en una sociedad de la información que sólo nos aportará aislamiento, soledad u otras de las múltiples desventajas que conlleva.